A mediados de julio, Maite Sáez, una buena amiga Redactora Jefe de la revista Anuncios, me pedía una sencilla colaboración:
Queremos pedir, como casi siempre. En este caso, queremos que nos recomiendes un libro. Un libro que NO sea de contenido profesional pero que a ti, por la razón que sea, te haya ayudado, inspirado o servido de algo en tu carrera. La elección de un título debe ir acompañada de un texto en el que expliques tu recomendación.
Esta fue mi respuesta:
Es difícil elegir sólo un libro, así que elegiré uno como representante de todo un movimiento y de lo que significa.
Cuando leí Cien años de soledad yo era todavía muy joven. Ese fue uno de los primeros libros que conocí de lo que ya se llamaba el «boom» latinoamericano.
Para mí, que hasta entonces había leído sobre todo traducciones, poder ver lo bien que se escribía en castellano fue todo un descubrimiento.
Desde entonces me he leído casi todo García Márquez, pero también casi todo Vargas LLosa (tan distantes ideológicamente, pero tan próximos en calidad, por cierto La ciudad y los perros fue otro de mis primeros contactos con esta literatura) y casi todo Borges, casi todo Bioy Casares, o últimamente mucho Bolaño.
Y también Delibes y Baroja y Muñoz Molina y Almudena Grandes y…
Para alguien que se dedica a la investigación y que, necesariamente, acaba contándola, leer en su idioma a gente que escribe tan bien seguro que me ha tenido que influir, al menos para tenerlos como guía en la distancia.
Yo creo que en el siglo XX vivimos un verdadero Siglo de Oro de la literatura en castellano de las dos orillas del Atlántico, aunque no estoy seguro de que nos hayamos dado cuenta.
Esta mañana he recibido un e.mail de David Torrejón, Director Editorial de Anuncios, con el título de Vaya, qué copiotas, en el que muestra su acuerdo con la tesis fundamental de mi respuesta. Aunque sé que no está muy bien revelar una correspondencia privada, lo copio aquí:
Cuando he leído tu colaboración en nuestro reportaje sobre libros que marcan una vida, he pensado que me lo habías copiado de mi propio pensamiento.
Será cuestión generacional, supongo. Lo cierto es que quienes no los vivieron no pueden imaginarse la diferencia que hay entre aquellos tiempos en los que pasabas de un García Márquez, a un Mújica Lainez, de un Donoso ,a un Sábato, de un Borges a un Cortázar, de un Carpentier, a un Torrente Ballester (mi debilidad española)…y te ibas quedado sucesivamente sin respiración; y estos tiempos de desolación, mustio collado, en los que parece que Cercas es, en lo literario popular, lo más del momento, Marías culto para inciados y Millenium la obra del siglo. Qué pena penita. Suena carroza, pero así lo siento.
El otro día leí en una crítica algo que también había pensado y escrito yo primero** . Ahora se publican unos inéditos de Cortázar (Textos Inesperados, aún no lo tengo por agotado, parece ser que los carrozas somos más de los que se cree) y, decía el crítico copiándome a mí sin saberlo, que es de esos escritores que te deprimen (se ve que tiene vocación lteraria el crítico) porque con uno sólo de esos cuentos que el argentino había orillado por no coniderarlos digno de ser publicados, uno podría ser considerado actualmente un genio de las letras. Todos me copiais las ideas. Cabrones. 🙂
Veo con gusto, que David completa el catálogo de mis autores favoritos que, por aquello de tratar de cumplir con la brevedad pedida, se quedaron en mi tintero. Todos los que cita los leí en su momento, me gustaron y siguen figurando entre mis favoritos.
Umm, Eduardo, por cierto, cambiando un poco de tercio y hablando de lecturas para un investigador, aunque quizás lo conozcas ya, me impresionó “Lo real”, de Belén Gopegui en Anagrama. Se puede ver un trabajo de documentación impresionante, muy bien integrado en el desarrollo de la novela, sobre lo que es el desempeño de un investigador de mercados, dentro del contexto de la transición española.
Saludos
Yo tambien he leido desde muy joven a latinoamericanos como Isabel Allende, García Márquez, Benedetti; a españoles como Almudena Grandes, Sabina, Maruja Torres…Ahora estoy leyendo la ciudad de los perros y me encanta, jamás poensé que me fuera a gustar tanto Vargasd Llosa, sobre todo por su ideologia, pero como bien dices tan distinto ideologicamente de García Márquez pero tan próximos en calidad….
Gracias por esta maravillosa entrada…
Leer ha dado un giro tremendo en los útlimos tiempos. Ciertamente el siglo xx fue muy grande en autores suramericanos y españoles. Delibes es imprescindible, tal vez el más grande para mi gusto de todos ello, pero Francisco Umbral también asombra, lo mismo que Vargas Llosa, las aventuras de Jaguar y compañía me aburrieron pero su estilo compensó, Camilo J. Cela, Luís Mateo Díez, Jose Luís Sampedro, por supuesto García Márquez -me encantó un libro suyo, pequeño, titulado El naúfrago, creo, y 100 años de soledad-, y un largo etcétera desde Benedetti al muchas veces olvidado Torcuato Luca de Tena -recomiendo la entretenidísima novela Los renglones torcidos de Dios. Pocos quedan hoy en día que manejen la pluma con tal virtuosismo, o por lo menos que vendan como otros. Pérez Reverte, es un placer leerle cualquier escrito, novela o artículo, conecta con la gente, mezcla cultismos y vulgarismos con maestría. Javier Marías, lo ha bordado con Tu rostro mañana. Pero ahora los que pegan más fuerte poseen otro estilo, importa menos la manera de escribir, muchos de los citados resultan algo aburridos si no disfrutas del estilo narrativo tanto como de lo que se narra. Ahora importa más la historia, que sea eficaz, efectiva, que enganche desde un principio, que el final te sorprenda. No sé si a Francisco Umbral, por ejemplo, le hubieran publicado Los helechos arborescentes, tal vez le hubieran dicho que el público quiere otras cosas.
Pero no por esto hay que despreciar a escritores que saben entretener, y mucho, por ejemplo Dan Brawn y su best seller El código Da Vinci, que se «bebe» de un soplo aunque su literatura no alcance el nivel deseado por los críticos. Este verano he leído La ladrona de libros, Markus Zusak, y me ha parecido muy bueno, lo mismo que La soledad de los números primos, o El niño con el pijama de rayas, mis tres lecturas vacacionales. ¿Obras de arte? Lo dudo, son autores demasiado jóvenes para ello, no pretenden alcanzar la perfección en cada frase, pero sí la imagen y la sensibilidad de lo que narran, consiguiéndolo. Si un libro te gusta, te entretiene, ya es bueno.
mamaguevo