Ahora hace cuarenta años de casi todo.
El 28 de octubre de 1982 se celebraron unas elecciones que, para muchos, significaron la confirmación de la democracia en España. La alternancia en el poder, el triunfo de un partido de izquierdas por primera vez desde la guerra civil, supuso un cambio radical sobre lo que se había vivido los años anteriores.
En aquel tiempo yo trabajaba en RTVE, en el Gabinete de Investigación de Audiencia.
Había leído un libro francés (La televisión fait-elle l’election?) y planteé a mis jefes la realización de un estudio para medir la influencia de los medios en la formación de la opinión de los electores y la decisión de su voto.
La idea era constituir un panel con el que entrevistaríamos a las mismas personas en tres ocasiones: cuatro meses antes de las elecciones, durante la campaña electoral y la semana posterior a la celebración del evento.
En todos los casos preguntaríamos no sólo por la intención de voto (o por el voto real en la posterior) sino por el consumo de medios en general, para determinar la posible influencia de los medios y su contenido en la orientación del voto. Entonces sólo existía una televisión (la pública nacional, con dos cadenas) pero empezaba a haber un cierto pluralismo en los diarios y en la radio. Además fue el momento de mayor ebullición en el sector de las revistas.
Lo que no había, seguramente, es una polarización parecida a la que se vive ahora.
Mi jefe inmediato, a la sazón Francisco Sanabria, aprobó en seguida la idea. El problema vino después, con los trámites administrativos: aprobar un estudio nuevo, que no estaba en los presupuestos, es siempre complicado en una empresa pública. Entonces también.
Cuando tuvimos la aprobación ya no se podía hacer el estudio de situación en precampaña (cuatro meses antes) pero seguimos adelante con lo que se podía: dos estudios previos, muy próximos entre sí y el posterior, de voto declarado.
Entonces no existía internet; el parque de teléfonos (fijos) no era suficientemente alto como para garantizar la representatividad de las muestras que se conseguían. Así que decidimos realizar entrevistas personales en hogares seleccionados al azar por el método de rutas aleatorias.
Había que sacar a concurso el proyecto. Se hizo por el procedimiento de urgencia. La mejor oferta fue la de Sofemasa (una empresa desaparecida hace muchos años tras unirse con Demoscopia, pero que entonces tenía prestigio precisamente por la realización de estudios electorales para algunos medios). Fue una buena noticia: en los concursos públicos existía el riesgo de que la mejor oferta la presentara una empresa desconocida que no diera la talla, algo que sólo se comprueba cuando ya no tiene remedio.
En la primera ola se hicieron 2500 entrevistas, que fueron disminuyendo en las siguientes por deficiencias en el sistema de panelización. Eran muchas menos de las que se hacían entonces en un buen estudio de previsión de voto, pero muchas más de las que se hacen ahora en los estudios habituales.
Y, seguro, la muestra tenía el alto grado de representatividad que le proporcionaba la aleatoriedad en la selección de los entrevistados.
Recibimos los resultados de las primeras olas con mucho interés, ya muy cerca de las elecciones. Las estimaciones de voto no diferían mucho de las que estaban publicando los medios; aun así se desmenuzaban hasta el último detalle. Hicimos previsiones de voto adjudicando los escaños por provincia en función del voto esperado en la comunidad correspondiente.
Entonces no había cocina, o al menos no se hablaba tanto de ella.
Aunque no descubría nada nuevo, la estimación asustó a los jefes (nombrados por UCD pero, en muchos casos, ya con un pie en AP): según el estudio, se esperaba que el PSOE obtuviera 201 escaños (finalmente fueron 202); el pronóstico para AP era de 107 escaños (los que obtuvo al final) y preveía el hundimiento de UCD con sólo 12 escaños (que finalmente fueron 11) y el PCE que se quedaría en 4, como así fue. La estimación de los partidos de ámbito autonómico también fue muy buena.
Los estudios fueron un éxito como estimadores de resultados, aunque quizá no fue el mejor momento para responder a la pregunta inicial del proyecto ¿Determinan los medios los resultados electorales? En un momento en el que la ilusión por el cambio era tan fuerte y la intención de voto estaba muy clara desde el principio, los movimientos debidos a la influencia de los medios seguramente no fueron demasiado importantes.
En todo caso, cuando llegó la hora del análisis en profundidad de los resultados de los estudios los equipos de dirección habían cambiado, como cambió todo el país y todas las empresas públicas, y los intereses de los nuevos jefes ya eran otros. Nunca llegamos a hacer el análisis exhaustivo que un estudio como este merecía.
Hace algo más de trece años ya hablé en este mismo blog, más someramente, de aquel estudio. Se puede ver aquí.
(*) Quiero agradecer a Nuria Lázaro, de Niusdiario.es por recordarme este estudio. Aunque al final no ha llegado a entrevistarme, me llamó la atención sobre la importancia del aniversario de aquel cambio que ilusionó tanto en su momento. Luego vendría el desencanto y todo lo demás.