Decía Gil de Biedma: Ahora que de casi todo han pasado veinte años.
Veinte años no es nada, nos decía el tango, pero podía ser media vida cuando se vivía menos que ahora…y puede ser mucho más que media vida para muchas personas que no salen de la rutina de hacer siempre lo mismo.
¡Pero cincuenta! Cincuenta años son los que han pasado desde aquel año 1968 en el que ocurrieron tantas cosas. Y eso sí que es más de media vida para la mayoría de las personas, incluso de las actuales.
Han pasado cincuenta años desde aquel mayo del 68 en París, que parecía que podía cambiarlo todo, que produjo una revolución sin víctimas, salvo una persona que cayó de un árbol mientras observaba el paso de los manifestantes, y algunos de los mejores eslóganes de la historia:
Prohibido prohibir.
Debajo de los adoquines está la playa.
Seamos realistas, pidamos lo imposible.
Asaltar los cielos.
Queremos todo y lo queremos ahora.
Y tantos otros que dieron la vuelta al mundo.
Aquella revolución, que tanto prometía y que finalmente obligó a dimitir al Presidente De Gaulle, no cambió demasiado las cosas. Pero el año 68 fue muy importante por muchos motivos más.
En el Este de Europa, en Checoslovaquia, también empezaban a cambiar las cosas: la Primavera de Praga fue un intento de romper el dominio de la Unión Soviética sobre toda su área de influencia. Breznev se encargó de impedirlo enviando sus tanques en agosto. Aún duraría veintiún años más aquel dominio pero se empezaba a ver el final.
No fue en mayo pero sí en aquella misma primavera. Dos asesinatos en Estados Unidos impresionaron al mundo y, quizá, cambiaron el rumbo de la historia. El 4 de abril mataron a Martin Luther King, el líder de la lucha contra la discriminación racial. Sería absurdo decir que ya no hay discriminación racial en Estados Unidos pero también lo sería negar el progreso que desde entonces han experimentado las minorías raciales. Seguro que ni el propio Luther King soñaba, en aquellos famosos sueños de sus discursos, que sólo cuarenta años después un negro sería un gran Presidente de su país. El 6 de junio fue asesinado Robert Kennedy, candidato demócrata a la presidencia que tenía posibilidades de alcanzarla. Es política ficción pero si el segundo de los Kennedy hubiera llegado a la presidencia en lugar de Nixon el curso de la historia podía haber sido muy diferente. Porque en 1968 la guerra de VietNam aún no había llegado a su apogeo. ¿Habría sido diferente con un nuevo Kennedy en el poder? Una pregunta de difícil respuesta: el primer Kennedy no había sabido frenar una guerra aún incipiente en el sureste asiático.
También en Estados Unidos, en la costa Oeste, se había iniciado poco antes el movimiento hippy que, con su oposición a la violencia llegó a tener mucha influencia en el mundo.
Lo sabemos casi todo de la guerra de VietNam, o al menos todo lo que los americanos, de uno u otro signo, han querido que sepamos. El cine, la literatura, los ensayos, se han encargado de hacérnoslo saber. Pero no sabemos casi nada de otra guerra contemporánea de aquella: en aquel año comenzó, o se hizo más visible, la guerra de Biafra. La región oriental de Nigeria proclamó su independencia y se produjo una de las guerras más cruentas de las que han asolado con frecuencia el continente africano. La utilización del hambre como arma de guerra llegó a una de sus más altas manifestaciones. Pero esta es una de tantas guerras olvidadas.
Aquel verano el foco de atención se trasladó a México: en la celebración de los Juegos Olímpicos muchos de los atletas estadounidenses ganadores de medallas (casi todos de raza negra) recibieron sus premios con el puño en alto, envuelto en un guante negro. Era el símbolo del black power, el poder negro que luchaba por hacerse notar.
También en México, pero ya al comienzo del otoño, las autoridades reprimieron con saña las manifestaciones de los estudiantes produciendo la que se conoce como Matanza de Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas. Fernando del Paso sitúa en esos momentos una de sus novelas más importantes: Palinuro de México.
Ya en España, de nuevo en aquella primavera, al día siguiente del asesinato de Kennedy, se produjo el primer asesinato de ETA: el guardia civil Pardines cae víctima de las balas de Xavi Etxebarrieta, que unas horas después se convierte en el primer muerto del grupo terrorista. Seguramente la historia posterior de España no habría sido igual sin la escalada de violencia que se inició entonces.
En otro orden de cosas el 68 fue también un año muy importante para la profesión a la que he dedicado mi vida. En ese año se creó AEDEMO, la asociación de los investigadores que tanto me ha dado y también el EGM, un estudio que se mantiene vivo y con una importancia que no decae ni cuando surgen nuevos medios ni con las nuevas técnicas de investigación. También le debo mucho al EGM, a cuya Comisión Técnica pertenecí durante muchos años, donde hice muy buenos amigos y en la que aprendí mucho de lo que sé sobre investigación.
Aquel fue también un año importante en mi vida. Terminaba mi primer curso en Madrid, ciudad que ya no abandonaría salvo por cortos periodos de tiempo, en la que se ha desarrollado el resto de mi vida, personal, familiar, profesional,…Fue mi primer contacto con las protestas universitarias, que viví en primera fila: la cuesta del Aquinas, el colegio mayor en el que viví aquellos primeros años, era escenario de las persecuciones de policías a caballo frente a los estudiantes que corrían ya desperdigados. En aquel mayo asistí al concierto de Raimon en la facultad de Económicas, uno de los mayores eventos de la oposición al régimen en aquellos días.
En el 68, entre mayo y junio nacieron algunos de los que formaron mi primer equipo de Investigación en Central Media: Jaime, María, Álvaro,…están cumpliendo ahora sus primeros cincuenta años. Ellos también han formado una parte importante de mi vida. Verlos cumplir cincuenta años me hace aún mayor. Voy a intentar, como hice hace tres años, juntar a las personas que han formado parte de mis equipos a lo largo de mi vida profesional. Las emociones tienen una gran importancia para mí.
El 68 fue, sin duda, un año clave en el siglo XX. Se cumplen ahora cincuenta años de aquellos acontecimientos que han influido tanto en nuestras vidas.