Se acabó el mes de enero, con el que ha empezado un 2021 que se anuncia complicado. Seguramente todos esperábamos una nueva ola de Covid 19, pero no creo que nadie la esperara tan virulenta. Enero se va a cerrar con un número de muertos con la enfermedad confirmada que se situará en el entorno de los ocho mil; casi con seguridad el peor mes desde el inicio de este infierno.
Pero no sólo existe el coronavirus; la vida sigue y la muerte, las otras muertes, también.
En enero han muerto varias personas relacionadas con la publicidad, los medios y la investigación, personas que, de una u otra forma, sentía como próximas.
En los primeros días del año me llegó la noticia de la muerte de Joan Bartrina, uno de los investigadores cualitativos de referencia. Nunca trabajé con Joan, pero sí coincidí con él en muchos seminarios de AEDEMO de Televisión. Era un gran investigador y un gran ponente, que exponía con claridad y salpicando las exposiciones con toques del gran sentido del humor que tuvo siempre.
Pocos días después conocimos la muerte de Josefina Martínez Gastey, a la que en la profesión conocíamos como La Pepa. Pepa fue una de las fundadoras de la investigación publicitaria en este país. Coincidí con ella al poco tiempo de mi llegada al lado publicitario de la profesión. Los dos trabajábamos para Renault, ella desde Lintas, una de sus agencias creativas y yo en Central Media, su agencia de medios. Siempre recuerdo las reuniones en las que nos presentaban los estudios sobre las campañas para las que trabajaban nuestras empresas y la fuerza con la que defendía siempre el trabajo de su equipo. Hace unos años fue elegida Académica de Honor de la Academia de la Publicidad. Entonces le dediqué este artículo en mi blog (en aquella época Casi Enteros).
Puede que fuera el mismo día, yo me enteré casi a la vez, también murió Miguel Ángel Sánchez Revilla. Casi toda la historia de la investigación de inversión publicitaria en España está relacionada con él. Empezó su carrera en la JWThompson, la empresa que hizo los primeros estudios de inversiones, donde seguramente colaboraría con Mariángeles González Lobo y Enrique Carrero en aquellos primeros estudios, allá por los años ochenta. Cuando salió de allí montó Duplo, empresa ya claramente dedicada al seguimiento y valoración de la inversión publicitaria. Tras varios avatares, con Repress y Nielsen, competidores o colaboradores según el momento, fundó Infoadex, hace ya algo más de un cuarto de siglo y la convirtió en la empresa de referencia en el sector. Siempre cordial, la relación con él no era igual de fácil en el terreno comercial. Marga Ollero y yo siempre recordamos una comida que tuvimos con él en Marbella y cómo al poco tiempo le dio la vuelta al resultado en otra comida, esta vez con Agustín, que era nuestro jefe. Anécdotas de la profesión.
Ya en la última parte del mes nos llegó la noticia de la muerte de Hortensia Fuentes, la más joven de todos ellos. Conocí poco a Hortensia, sólo en alguna reunión cuando era directora comercial del diario El País. El recuerdo que tengo de ella se mezcla, para mal, con actuaciones de las empresas en las que trabajaba en algún momento. Sé que me hizo una llamada cuando dos asociaciones de la profesión presionaron para que dejara de escribir mi blog, allá por el año 2009. Fue un incidente extraño, que me descolocó por unos días. No me localizaron para pasarme aquella llamada y cuando yo traté de devolvérsela no la localicé. Unos años después Hortensia era la directora comercial de Blue Media, la editorial que compró 20 Minutos cuando la dirección del diario decidió prescindir de mi blog. Seguro que en ninguna de las dos ocasiones tuvo Hortensia nada que ver, pero mi memoria es traicionera y la mezcla con situaciones no del todo agradables para mí.
También estaba avanzado enero cuando murió Julián Bravo, sin duda el más grande de todos y la persona a la que me siento más próximo. Julián es la persona de referencia para toda la industria publicitaria española. Yo, que soy un publicitario sobrevenido, le conocí tarde, cuando ya había desarrollado una brillante carrera en JWT. Sabía de él y de su gran tarea en la empresa y para el sector cuando llegó a la Presidencia de AIMC. Yo estaba entonces en la Comisión Técnica de esa asociación; Julián nunca faltaba a una reunión y siempre tenía aportaciones importantes. Nos hicimos amigos y lo hemos seguido siendo, en la distancia, hasta el final. La pandemia evitó que nos viéramos durante su último año.
Juntos hicimos varios especiales sobre publicidad de la revista Telos, de la Fundación Telefónica y, de nuevo, aprendí muchísimo de él, que siempre estaba más al día que la mayor parte de los profesionales en activo. Julián nunca desconectó de la profesión, ni de la vida. Cuando fundó la Academia de la Publicidad contó muy pronto conmigo: un año para que formara parte del Jurado y en seguida para entrar en la Junta Directiva. Cuando, hace algunos años, yo creía que me iba a jubilar y organicé Jubilarte, un libro con testimonios sobre la jubilación, Julián escribió uno de los más interesantes. Siempre, siempre, estaré agradecido a Julián Bravo: cuando alguien tan grande se fija en ti y te da apoyo y cariño, es imposible llegar a corresponderle.
Hay una anécdota que refleja muy bien cómo era Julián. De alguna manera, (seguramente leyendo mi blog; lo hacía y alguna vez me lo comentó) se enteró de mi afición por la bicicleta. Cuando su hijo Pedro publicó Biciosos, un libro sobre ese tema, me llamó para quedar un día. Cuando nos vimos, me traía el libro de su hijo como regalo. No un ejemplar que le hubiera pedido a su hijo, no: uno comprado en unos grandes almacenes. Creo que es uno de los mejores regalos que me han hecho.