Este domingo habría sido para mí un domingo normal, incluso algo mejor que lo normal (había venido a Madrid mi familia de Vitoria y estuve paseando un buen rato muy a gusto con ellos) pero a media tarde se me ocurrió entrar en Twitter y me llevé un tremendo disgusto: Pérez Tornero, el actual Presidente de RTVE despedía a Enrique Bustamante.
Se despide a Enrique como el gran reformador de la televisión pública que fue, aunque seguramente el escaso desarrollo de la propuesta que realizaron él y el grupo del que fue alma (nada menos que con Emilio Lledó, Victoria Camps, Fernando Savater y Fernando González Urbaneja) constituyó también una de sus mayores frustraciones.
Pero para mí ha muerto un amigo. Lo digo desde el gran respeto que siempre le he profesado y sabiendo que en los últimos años, desde que él y Patricia, su mujer, decidieron irse a vivir a Málaga, donde puso en marcha el Instituto Andaluz de Comunicación, nos hemos visto muy poco.
Como estoy seguro de que en estos tristes momentos habrá muchas referencias a la inmensa obra de Enrique, como Catedrático en la Complutense, como autor de numerosos libros, como director durante muchos años de la prestigiosa revista Telos, como vicerrector de la UIMP, como coordinador del Informe sobre el Estado de la Cultura y como tantas y tantas otras cosas, voy a dedicar este artículo a la relación que he mantenido con él a lo largo de los años.
No recuerdo cuando se produjo nuestro primer encuentro, pero sí sé que fue hace muchos años, seguramente a finales de los ochenta, porque yo trabajaba aún en RTVE. A raíz de algún artículo mío se interesó por mi visión de los estudios de audiencia y por los análisis que realizaba y me encargó un primer artículo para Telos, el primero de los muchos que fui escribiendo para esa revista a lo largo de los años. Unos artículos que se pagaban (algo raro en mi sector de la publicidad) y, además, bastante bien.
De mi larga colaboración con Telos, y con Enrique, lo que recuerdo con más cariño son los tres números en los que participé en el cuadernillo central dedicado a la publicidad. Las dos primeras veces el responsable fue mi querido Julián Bravo y yo actuaba como segundo de a bordo; en la última cambiamos las tornas: yo fui el responsable pero le pedí a Julián que siguiera colaborando conmigo. Todo un lujo. Recuerdo con especial cariño las comidas de preparación que hicimos los tres, a veces acompañados por algún otro responsable de Fundación Telefónica (o de Fundesco, como se llamaba primero). Recuerdo por ejemplo a Pepe Lapeña. Creo que fueron tres números muy importantes, que aportaron visiones novedosas a la Publicidad y a la Comunicación. La orientación de Enrique, que luego siempre nos dejaba plena libertad para llevar a cabo nuestro trabajo, fue decisiva.
A mediados de los noventa se produjo otro de los momentos en los que mi relación con Enrique Bustamante fue especialmente intensa. Zenith Media, la empresa en la que yo trabajaba, ganó la cuenta de medios de la UIMP, en la que Enrique era vicerrector (y máximo responsable en el día a día, con un rector más político centrado en tareas de representación). José María Casero, el Presidente de Zenith, incluyó como parte del acuerdo la realización de cursos de verano dedicados a la publicidad y organizados por nuestra empresa.
Hicimos dos cursos. El primero “Nuevos medios, nueva publicidad“, buscaba analizar la incidencia en nuestro negocio de la digitalización, que empezaba a llegar a los medios. Zenith se volcó con la idea, invitó a medios y clientes, consiguió ponentes de lujo y el curso fue todo un éxito, con una asistencia multitudinaria. Enrique, por su parte, también se volcó: orientó el curso, aportó los mejores ponentes del ámbito académico, entre ellos Juan Benavides, que dirigió el curso, consiguió que las sesiones se celebraran en el edificio principal del Palacio de la Magdalena, compartió buena parte de su tiempo con los asistentes al curso y nos dejó a todos los que participamos un maravilloso recuerdo.
Al segundo lo llamamos “Nuevos medios, nueva publicidad, nueva financiación“. Ya se veía que la digitalización, que traía tantas ventajas, también podía suponer dificultades para la financiación de los medios. También fue un éxito, aunque no llegara a los niveles del año anterior. Ya no acudieron tantos clientes de Zenith, el recinto fue el de Caballerizas, mejor acondicionado, pero con menos glamour…pero de nuevo la implicación y el grado de colaboración de Enrique fue elevadísimo.
Unos años después, ya a finales de los noventa, Zenith volvió a organizar cursos de verano en la Universidad. En esta ocasión en la Complutense, en un lugar tan emblemático como El Escorial. Me tocó organizarlo a mi; lo primero que hice fue pedirle a Enrique Bustamante que dirigiera el curso. Yo actué como secretario. De nuevo fueron momentos de intensa y productiva relación: definimos el contenido del curso, buscamos los ponentes y lo organizamos todo para que saliera bien. La colaboración de Zenith, que pasaba por un momento de cambios, no fue tan intensa y al estar El Escorial cerca de Madrid los asistentes no se quedaban, como había pasado en Santander. Las tardes y las cenas ya no fueron multitudinarias; las compartimos Maxi, mi mujer, y yo, con Enrique, siempre amable y buen conversador.
Cuando, allá por 2004, Enrique recibió el encargo de coordinar el “comité de sabios” que propuso la reforma de RTVE y la agencia EFE, tuvo la deferencia de invitarme a pasar un día con el grupo de trabajo. Hablé de investigación y de financiación de los medios. Entonces se hicieron muchas bromas sobre los sabios (de un comité que nunca se llamó así) pero doy fe de que lo eran. No he conocido ningún otro grupo de trabajo de tanto nivel. Que luego sus recomendaciones y su dictamen se quedaran en agua de borrajas dice más de cómo es este país que de la calidad del trabajo que realizaron.
Siempre que publicaba un libro me enviaba un ejemplar, que yo leía con gran atención para aprender de él.
En los últimos años Enrique ha coordinado los Informes sobre el Estado de la Cultura, de la Fundación Alternativas. Esos informes se realizaban a partir de una encuesta entre profesionales y expertos. Siempre me incluyó entre ellos. Acudí a las presentaciones cuando se hicieron de forma presencial. Creo que en la más reciente, seguramente en 2019, en el Ministerio de Cultura, fue la última vez que nos vimos.
En estos estudios también colaboraba su esposa Patricia Corredor, profesora universitaria como él.
También con Patricia he colaborado en diversas ocasiones, en especial en el curso de postgrado de dirección de empresas de comunicación que se impartía en el IED. Siempre me sacaba los colores con sus elogios cuando me presentaba.
Desde aquí le envío a ella todo mi cariño y mi comprensión por el intenso dolor que, seguro, está experimentando en estos momentos.
Enrique, siempre exigente y riguroso; siempre cordial y generoso. Allá donde vayas, que encuentres en el camino gente como tú.