Soy un publicitario sobrevenido. Llegué tarde a casi todo lo importante en esta profesión. Durante los fabulosos ochenta, yo estaba en el otro lado, en un medio, RTVE.
Por supuesto había oído hablar, mucho y bien, de Julián Bravo antes de conocerle, pero le conocí personalmente cuando llegó a la AIMC como Presidente ejecutivo. Yo llevaba ya algunos años como miembro de la Comisión Técnica del EGM.
Julián había triunfado como profesional; había llevado a su empresa, la JWT, a otro nivel y con ella a la publicidad española. Estaba cerca de la edad a la que la gente normal se jubila y podía haberse tomado su paso por AIMC como un retiro dorado. Pero él no era así: vivió intensamente los años complicados que le tocaron en la asociación (todos los años son complicados para la AIMC) y, mientras en otros países desaparecían los estudios multimedia, el EGM ganó aún más fuerza, a la vez que desde la asociación se iban ofreciendo al mercado otros estudios (Marcas, Navegantes en la Red,…) con el equipo, pequeño pero poderoso, que se encontró allí y que fue completando durante su presidencia. Cuando se fue, la AIMC era mucho más fuerte que a su llegada.
Por entonces ya habría superado los setenta años, una edad que para muchos sería la indicada para dejarlo todo y disfrutar de la vida. Pero Julián, que disfrutaba mucho con todo lo que hacía, también lo hacía trabajando.
Ese fue el momento de un nuevo empeño, una tarea tan interesante, pero tan compleja, como poner en marcha la Academia de la Publicidad. Con su amigo Augusto Macías y un pequeño grupo de colaboradores consiguió poner la primera piedra de una institución por la que será también recordado.
Creo que el mejor homenaje que le puede hacer el sector al que dedicó su vida es hacer grande la Academia de la Publicidad. Ayudemos a que crezca.
Compartí con él muchos momentos: nunca faltaba a las comisiones de AIMC, en las que su aportación era siempre valiosa, aunque era más de escuchar las opiniones de los demás que de imponer la suya.
Enrique Bustamante nos encargó hasta en tres ocasiones la elaboración del número especial que cada cierto tiempo la revista Telos (de la Fundación Telefónica) dedicaba a la publicidad. Fueron los periodos de colaboración más intensa con él, buscando los temas clave de cada momento y las personas que mejor podrían desarrollarlos. Julián siempre aportaba su visión anticipadora y su artículo introductorio iba varios pasos por delante, con un pie en el futuro.
También contó conmigo para la Academia, primero como miembro del jurado de los académicos de honor y luego como miembro de la Junta Directiva, en la que sigo.
Fue un honor para mí cada ocasión en que Julián contaba conmigo. Disfrutar de la amistad de alguien tan grande es mucho más de lo que la mayoría de las personas tenemos en la vida.
(*) Este artículo se ha publicado en el número de febrero de la revista IPMark en papel.
Cuando conocí a Julián ya lo había hecho todo en la vida. Había salido de la JWT y era un grande de la publicidad española de todos los tiempos.
Después fue el mejor Presidente que la AIMC podía imaginar. Fundó la Academia de la Publicidad y siguió reuniendo amigos. Yo me considero uno de ellos.
(**) En la revista Anuncios me pidieron 50 palabras ¡50 para hablar de Julián! Las cuatro líneas anteriores son ese resumen.