Kassel no invita a la lógica

Ha sido una de mis lecturas de este verano.

Creo que tengo una cuenta pendiente con Enrique Vila-Matas. Muchas veces había puesto alguno de sus libros en mi lista imaginaria de los que quiero comprar. Alguna más, en mis visitas a las librerías, los tuve en las manos, pero nunca acababa de decidirme.

Hace unos años por fin compré, creo que en la Feria del Libro, París no se acaba nunca. Lo leí y no me gustó demasiado, pero me quedé con la impresión de que Vila-Matas se merecía otra oportunidad.

Este año, después de leer buenas críticas, me decidí a comprar Kassel no invita a la lógica.

En su autobiografía Vila-Matas confiesa que en algún momento

intentar ser vanguardista se convirtió en el eje sublime de mi vida

Ese, la crítica de las vanguardias desde la vanguardia, es el eje de la novela.

En Kassel se celebra cada cinco años la documenta, que reúne las más innovadoras experiencias artísticas.

Los McGuffin, una misteriosa pareja, invitan al autor a la documenta de 2012. Su participación consistirá en sentarse a escribir en un restaurante chino de las afueras de la ciudad. A partir de ahí Vila-Matas nos va descubriendo sus experiencias frente a instalaciones vanguardistas de las más diversas características.

Se trata de una crítica implícita a las vanguardias desde la vanguardia misma, una reflexión sobre la naturaleza del vanguardismo. Pero también es una crítica del estado de Europa, de España e incluso de Cataluña, o un análisis sobre el papel del arte y de la literatura en la sociedad actual.

El libro mantiene el interés con una sucesión de situaciones chocantes y divertidas, dentro del tono más o menos experimental propio de la vanguardia, que podría recordar a alguna de las obras más conocidas de Cortázar, cuyo centenario acabamos de celebrar.

Termino con dos preguntas que se hace el autor:

¿Ha de necesariamente innovar el vanguardismo?

¿Podría alguien decirme qué es el vanguardismo?

Creo que aún le daré más oportunidades a Vila-Matas.

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