En Internet todo deja huella y, nos dijeron, todo se puede medir.
Esto ha traído múltiples ventajas: la analítica nos proporciona muchísima información que antes no teníamos de ningún medio de comunicación. Pero también ha traído algunos inconvenientes: la fascinación por los grandes números estuvo en el origen de la crisis de la prensa. Si nos fijamos sólo en el número de visitas, o los usuarios únicos, esos datos que se parecen tanto a la audiencia acumulada de otros medios, es relativamente fácil alcanzar grandes cifras; sobre todo si las referimos a periodos largos.
Si un diario puede conseguir decenas de millones de usuarios únicos al mes…alguien pensó: podemos competir con las televisiones, y ganarles.
Lo de menos es la duración del contacto (que en televisión puede llegar a ser de varias horas si se está viendo, por ejemplo, una película).
Y así se buscó la fórmula para alcanzar esas grandes cifras: contenidos livianos y titulares llamativos.
Así que ya tenemos organizada la pelea por conseguir esas cifras tan altas. Y da igual quién esté detrás de esas cifras. Hace años lo llamé el error Internet.
Me temo que mi salida de 20 Minutos puede haber tenido algo que ver con eso.
Según las estadísticas que me pasaban en los últimos tiempos yo sólo aportaba al diario entre diez mil y quince mil visitas al mes. Una cifra mínima en un mar de millones de visitas. Hubo algún momento, ya hace tiempo, en que pasaban de las cien mil, pero esos tiempos ya pasaron.
Y ¿a quién le importa si esas visitas eran en su mayoría de publicitarios o directivos de empresas de medios? ¿Qué mas da, incluso si se trata de un diario gratuito que tiene como principal, y casi única, fuente de financiación, la publicidad?
Espero no volver a tocar este tema. Pido perdón por tratar de entender una decisión que me sorprendió.