No voy a hablar de las que puedan surgir en los metaversos, ni de BeReal; ni siquiera de Tik Tok o de Twich, que me dirían, con razón, que ya no son nuevas.
Los cambios en las redes más antiguas parece que pueden transformarlo todo.
Desde que el pasado octubre Elon Musk se hizo con la totalidad de las acciones de Twitter han pasado poco más de tres meses, pero el mundo de las Redes Sociales “tradicionales” ha cambiado radicalmente.
Estaba claro que una inversión de 44.000 millones de dólares no se hace para dejar las cosas igual. Es posible que Musk acabe dando con la tecla que haga rentable una red que se caracterizaba más por su influencia que por sus cifras de negocio.
Pero lo que vamos viendo hasta ahora no deja de sorprender. Se podía dar por descontado que habría muchos despidos de empleados, junto a la consiguiente desbandada de otros muchos; no estaba tan clara la otra línea clave del plan: cobrar a los usuarios.
Así, lo que era una red en la que todos podíamos seguir a quien nos interesara a la par que éramos seguidos por aquellos en los que generábamos algún interés, se convierte ahora en un club con dos tipos de usuarios: los que pagan por una verificación y los que no.
Eso no tendría mayor importancia para la mayoría de los mortales, usuarios de a pie de Twitter: no necesito que nadie verifique que yo soy yo. ¿Quién va a querer hacerse pasar por mí?
El problema es que los usuarios de segunda categoría estamos sufriendo un trato discriminatorio: ya no vemos los tuits de la mayor parte de las personas que seguíamos porque nos interesa lo que publican; a cambio (al menos en mi caso) hemos empezado a recibir, sobre todo, tuits de personajes polémicos, o de políticos de posiciones extremas a los que, también al menos en mi caso, nunca seguiríamos.
Parece que la alternativa, si no quieres sufrir ese trato discriminatorio, es pedir la verificación y empezar a pagar. Para eso el contenido que se recibe debería ser de una calidad suficiente para merecer ese pago mensual. No es mi caso ni, supongo, el de mucha otra gente.
La otra posibilidad es abandonar. No sé si eso es lo que quiere Musk: una red mucho más reducida, seguramente con menos eco, pero de cuentas que paguen.
Estos días Meta ha lanzado un globo sonda: podrían estar dispuestos a seguir el ejemplo de Twitter y empezar a cobrar a los usuarios de Facebook e Instagram por algo parecido a la verificación de Twitter.
Es posible que la operación facturación (“las redes no lloran, las redes facturan”) acabe saliendo bien y dé nuevo impulso a esos negocios, pero es seguro que lo que quede después de eso serán unas nuevas redes, muy distinta del concepto inicial que parecía darles sentido.
Todo cambia, nada permanece. Lo dijo Heráclito hace dos mil setecientos años y sigue vigente, cada vez con más fuerza en estos tiempos digitales.
(*) Este artículo se ha publicado en el número de marzo de la edición en papel de la revista IPMark.