Empecé el mes de julio en Madrid, todavía con algunas visitas médicas y lo terminé en la casa de La Ribera, ya más tranquilo.
A lo largo del mes terminé seis libros, cinco de ellos de ficción, muy diferentes entre sí.
La primera novela que terminé fue El último barco, mi segunda lectura de Domingo Villar (la primera fue La playa de los ahogados, un año antes). Es un libro largo, de unas 700 páginas, pero estructurado en capítulos cortos y amenos, que hacen que se lea muy bien. Una gran novela policíaca, ambientada en un Vigo que, al terminar de leer, cualquier lector está deseando visitar. Y en mi caso, un recuerdo para el gran Carlos Lamas, otro gran vigués que me la recomendó.
Siempre me había llamado la atención el autor y sus cuidadas ediciones en Siruela, pero no me decidía. Cuando murió Villar, en una conversación con Carlos Lamas, que hablaba maravillas de su paisano, se me quitaron las dudas.
Esta es una novela policíaca clásica, con pistas que despistan, sospechosos que dejan de serlo y un final inesperado.
Muy interesante. Me gustó mucho y me entraron ganas de viajar a Vigo, una ciudad que no conozco, a conocer esos escenarios.
Siguió el mes, ya en la casa de la playa, con Todo va a mejorar, la última obra de Almudena Grandes, que entra en el mundo de la política ficción. Aún no la había terminado cuando murió, por lo que tuvo que completarla su marido Luis García Montero, resumiendo en unas pocas páginas las ideas que ella le había comentado como enfoque del final. Es una distopía política, que parte de la pandemia y los confinamientos, con su parte de conspiranoia.
Una novela interesante, pero mucho menos redonda que alguna de las anteriores; lejos del nivel de sus Episodios de una Guerra Interminable.
Es una gran pena que perdiéramos tan joven a una escritora tan brillante.
El siguiente libro que terminé fue uno de esos que vas intercalando entre los demás y se alargan algo en el tiempo. Pero con los libros de relatos no hay que mantener el hilo; más aún si, como éste, que me regaló mi familia, son de autores y temas diferentes. Relatos para amantes de los libros, es una excelente recopilación realizada por Antonio Iturbe, e ilustrada por Natalia Zaritiegui. Incluye a 21 escritores de la talla de Gustave Flaubert, Fiodor Dostoyevski, Edgar Alan Poe, Rosalía de Castro, Miguel de Unamuno, Francis Scott Fitzgerald, H.P.Lovecraft, Leopoldo Alas Clarín, Emilia Pardo Bazán, Henry James, Katherine Mansfield, Edith Warton, Rudyard Kipling, Antón Chejov, Rubén Darío,…
Una lectura muy variada, curiosa e interesante.
Cuando, en los primeros días de julio murió Milan Kundera yo estaba ya en mi casa de la playa. Rebuscando en la biblioteca encontré nada menos que nueve libros del autor. Luego he visto en mis notas que llegué a leer once, casi todos entre los años ochenta y noventa. Recordaba, más o menos, el tono y el estilo del autor, que había disfrutado con esos libros, pero muy pocos detalles de sus obras.
Decidí releer uno de ellos y elegí La insoportable levedad del ser, seguramente el más famoso, que había leído en mayo de 1986, algo más de 37 años antes. Viví así una curiosa experiencia: no sólo yo he cambiado mucho en esos 37 años, que todavía son algo más de lo que llevo vivido (ahora soy un anciano jubilado que, desde entonces, habré leído dos mil libros más); el mundo ha cambiado todavía más, en especial esa parte del mundo que, como Checoslovaquia, estaba sometida a la Unión Soviética, con todo lo que eso suponía para la realidad…y también para el argumento del libro.
Yo soy ahora muy diferente, pero el mundo es otro.
Leer sobre la situación en Checoslovaquia cuando la Unión Soviética seguía pareciendo poderosa es una cosa, y leerlo ahora otra muy distinta. Las historias de amor, los dramas personales, no cambian mucho, o también, pero el ambiente, la situación, no tienen nada que ver sabiendo que aquello se derrumbó y que ni siquiera sigue existiendo Checoslovaquia (aunque el autor hable muchas veces de Bohemia, lo que sería ahora la República Checa).
Me gustó releer un libro que ya es un clásico europeo del siglo XX y que refleja muy bien la situación en ese momento en el Este de nuestro continente.
Poco antes de irme de vacaciones quedé con Maite Rodríguez, matemática como yo y también investigadora de medios como yo, pero con una trayectoria profesional mucho más variada y brillante. Desayunamos juntos y me regaló un ejemplar de su primera novela, Paraíso Denia(envuelta por cierto, en una bolsa que reproduce la portada del libro. Maite ha sido siempre muy polifacética, así que, además de escribir un libro, lo ilustra con sus propias acuarelas.
La novela tiene como protagonistas a la ciudad alicantina de Denia y a cinco de las mujeres que, a lo largo de la historia, han tenido relación con esa población. Eso nos ofrece un recorrido por la geografía actual de la zona y por la historia de sus últimos dos mil años.
Para mí un libro entrañable por su cercanía que me provocó una sana envidia, como me ocurre siempre con los libros que escriben personas que considero próximas. Se lee con facilidad.
Ya a finales del mes terminé otro libro de un amigo, que había ido leyendo con atención a lo largo de varias semanas: Big data, Topología e Investigación Social, de Fernando Conde.
El libro es una aproximación al mundo del big data y la inteligencia artificial desde el lado de las ciencias sociales y las matemáticas tradicionales. Un aporte de sensatez en un campo en el que parece que aún no se han establecido las reglas.
Trabajé con Fernando Conde a lo largo de casi cuarenta años (primero cuando yo trabajaba en RTVE y él en Emopública y luego ya él en su propia empresa Cimop y yo en Central Media/Zenith) y es uno de los mejores investigadores que he conocido.
El libro está plagado de referencias científicas y salpicado de numerosos ejemplos, entre otros los estudios Atlas que hizo para Zenith a lo largo de 25 años, a partir de los datos desagregados del EGM.
Es un libro complejo de leer, pero sumamente interesante. En su momento le dediqué una reseña algo más completa (se puede ver aquí).
4 comentarios en «Mis lecturas de julio de 2023»
Gracias Eduardo por tu tiempo y por tu reseña sobre Paraíso Dénia.
¡Qué honor haber formado parte de tus lecturas de verano junto a enormes autores como Almudena Grandes y Kundera!
‘La insoportable levedad del ser’ la leí hace años, me pareció espléndida peor creo que, como tú, la volveré a leer de nuevo, yo también he cambiado mucho.
Muy interesante tu texto sobre tus lecturas y relecturas. Lo mejor, tu recuerdo a Carlos Lamas, que también me descubrió a mí a D. Villar.
En cuanto a Milan Kundera, no sé si existe por ahí alguna estación dedicada a su nombre. Sólo recuerdo que su libro me resultó como la levedad del ser
Gracias, José Ramón. Siempre recordaremos a Carlos Lamas, sus recomendaciones y su siempre agradable conversación.
En tus otros comentarios veo ese ¿sarcasmo? tuyo de los viejos tiempos.
En realidad yo cuento lo que he leído, sin muchas críticas, por si le puede interesar a alguien.
Gracias Eduardo por tu tiempo y por tu reseña sobre Paraíso Dénia.
¡Qué honor haber formado parte de tus lecturas de verano junto a enormes autores como Almudena Grandes y Kundera!
‘La insoportable levedad del ser’ la leí hace años, me pareció espléndida peor creo que, como tú, la volveré a leer de nuevo, yo también he cambiado mucho.
Muchas gracias a ti por tus libros y tu amistad.
Muy interesante tu texto sobre tus lecturas y relecturas. Lo mejor, tu recuerdo a Carlos Lamas, que también me descubrió a mí a D. Villar.
En cuanto a Milan Kundera, no sé si existe por ahí alguna estación dedicada a su nombre. Sólo recuerdo que su libro me resultó como la levedad del ser
Gracias, José Ramón. Siempre recordaremos a Carlos Lamas, sus recomendaciones y su siempre agradable conversación.
En tus otros comentarios veo ese ¿sarcasmo? tuyo de los viejos tiempos.
En realidad yo cuento lo que he leído, sin muchas críticas, por si le puede interesar a alguien.