A principio del mes terminé Encrucijadas. Creo que es la tercera novela de Jonathan Franzen que leo.
Franzen es un magnífico narrador de la sociedad norteamericana actual. En esta ocasión se centra en los principios de los setenta, que nos retrata a través de una familia, con todas sus complejidades: conflictos familiares, drogas, música, envidias, sexo, religión… Todo eso con la guerra de Vietnam de fondo.
Es una novela muy interesante y entretenida.
También en los primeros días de junio terminé YoSumidor, Un libro sobre los cambios en el consumo y en la sociedad que se han producido en los últimos años, especialmente a raíz de la pandemia, del que ya hablé aquí ampliamente.
El libro parte de los estudios que los autores hicieron a lo largo de los meses de la primera ola de Covid 19, cuando se intuían los cambios sociales que podían inducir los confinamientos.
Un gran libro, muy oportuno. No sé si dentro de algún tiempo se completará con un epílogo en el que se analice la persistencia de los cambios que se produjeron. Seguro que no todos han tenido la misma penetración, ni se mantendrán de la misma forma.
Una gran parte del mes la dediqué a la lectura de Los Vencejos, de Fernando Aramburu. Había leído unas cuantas obras del autor, incluso mucho antes de que publicara Patria, la novela que le dio a conocer al gran público y que incluso dio lugar a una serie. Siempre me habían gustado.
No ha sido el caso de Los vencejos, una novela que me ha parecido larga, premiosa, reiterativa. La terminé porque no me gusta dejar libros a medias, aunque creo que es una mala costumbre, que debería cambiar.
El protagonista de la obra decide una fecha, un año después, para poner fin a su vida. El autor lo utiliza como una manera de contarnos una vida con sus problemas, como cualquier otra, aunque en este caso parece propiciar hacerlo con unas cuantas gotas de humor negro.
Desde mi punto de vista un libro fallido que, encima, es demasiado largo.
Tras un libro tan largo completé el mes con algunos de los libros que compré en la Feria del Libro. Hacía tres años que no podía acudir, (en 2020 no se celebró; en 2021 yo no estaba en Madrid cuando finalmente se pudo abrir) así que este año la cogí con muchas ganas y compré más de una docena de libros pensando ya en mi verano. Estos últimos años, ya de jubilado, han sido bastante largos. Transcurrido el verano, he visto que me quedé corto en mis previsiones.
En la Feria mi hija Usúe me avisó de la presencia de Julio Llamazares, un autor que nos gustaba en la época, ya lejana, en la que compartíamos lecturas. Como todos los autores que me gustan no se veía asediado por una larga cola de admiradores y presuntos lectores. Estaba solo, me dedicó el libro y unos minutos de conversación. Es una suerte no seguir a famosos de la tele, de YouTube o de otras redes sociales.
Primavera extremeña es la historia personal de la primavera de 2020, la de la pandemia, una primavera que fue extraña para todos. El autor tuvo la fortuna, o el acierto, de vivirla con sus familiares en un lugar de la sierra extremeña. Lo cuenta con sencillez y deleite en este libro ilustrado con bellas acuarelas realizadas por un vecino de la misma zona, alemán de nacimiento.
Llamazares se desplazó con algunos familiares a su refugio de Extremadura a principios de marzo de 2020 y pasaron allí el confinamiento. Lo cuenta con sencillez y de una forma muy placentera. Tres meses muy diferentes a los de cualquier otro año y a los que nos tocó vivir a la mayoría.
Es, claramente, una obra menor (también por su tamaño: poco más de cien páginas incluidas las acuarelas) pero es de lectura agradable, como todas las obras que he leído de este autor.
Veo que, en cierto sentido hay una relación con YoSumidor. Ya son varios los libros generados durante la pandemia, de naturaleza muy diversa.
Mi última lectura de junio fue Quebrada, también una obra corta en extensión, pero en este caso con tintes de novela perdurable. La escritora argentina Mariana Travacio nos ofrece una obra de orfebrería: novela corta de capítulos muy cortos. Una obra maestra, de tintes clásicos: la huida; la pobreza, la desolación, la muerte,…
La huída de un territorio inhóspito en el que nunca llueve y el encuentro con personas desconocidas y con la muerte. Un libro de los que dejan huella.
Aunque es un libro breve, que se puede leer de una sentada, yo lo fui leyendo en pequeñas dosis a lo largo de tres día, para así degustarlo mejor.
Me la recomendó en la Feria uno de los libreros de Tipos Feroces, una librería de la calle San Joaquín, en Malasaña. Un apasionado que, si me hubiera podido quedar un rato más, me vende media tienda. Daba gusto escucharle.
Junio fue un mes interesante, de lecturas diversas y también con diferente grado de interés.