Mis lecturas de verano: A propósito de nada

Siempre me ha gustado Woody Allen; como director de cine y como actor. Es un gran constructor de historias y tiene un sentido del humor con el que, normalmente, siempre conecto.

A propósito de nada, su autobiografía, está salpicada a todo lo largo del libro de ese humor, en muchos casos ácido y autodestructivo, de visita al psicoanalista, al que nos tiene acostumbrados. Pero también rezuma amargura por la situación en la que se ha visto envuelto a raíz de las acusaciones de Mia Farrow de haber abusado de algunas de sus hijas.

Portada de A propósito de nada, la autobiografía de Woody Allen (FOTO: E.Madinaveitia)

Esas acusaciones, que volvieron a la actualidad con movimientos como Me too, impidieron la publicación de este libro en Estados Unidos y la dificultaron en otros países.

Allen, que nunca se casó con Mia Farrow y ni siquiera llegó a convivir con ella (vivían a poca  distancia, con Central Park por medio) niega todas las acusaciones y hace hincapié en su feliz matrimonio con Soon-Yi, la hija adoptiva de Farrow, con la que lleva casado más de 25 años. Además es un caso juzgado (y ganado por el autor).

El libro es muchísimo más que eso: es la historia de un judío de clase media baja que consigue pasar de hacer guiones para monologuistas de televisión a escribir y dirigir sus propios guiones, hasta llegar a convertirse en uno de los directores de cine más importantes. Es una declaración de amor al cine clásico y a algunos de sus grandes directores, como Bergman o Truffaut; muestra su predilección por el cine europeo, muy por encima de las grandes superproducciones y el cine de superhéroes que se ha impuesto en su país.

Mucho de su ñultimo cine se ha rodado en Europa; alguno en España, un país por el que muestra cariño.

Es también una muestra de admiración a los actores (y sobre todo actrices) que han hecho posibles sus películas. Leyéndole parece que su papel en las películas que dirige se limita a no entorpecer la buena labor de los grandes actores que elige para sus repartos. En su opinión, más que un buen director es un gran director de casting.

Llama la atención la extraordinaria relación que ha mantenido siempre con Diane Keaton, con la que, por cierto, tampoco se casó nunca.

Un libro interesante y entretenido, que se lee de un tirón.

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