Mis lecturas de verano: El cuento de la criada

No conocía mucho a Margaret Atwood. Me sorprendió cuando hace algunos años, en 2008, le concedieron el Premio Príncipe de Asturias. ¿Una escritora canadiense? ¿Alguien a quien yo no había leído? ¡Qué raro!

Pero  a lo largo del último año no dejaba de recibir noticias una y otra vez sobre su obra El cuento de la criada.

Portada de El cuento de la criada. FOTO: E.Madinaveitia

A principios del verano estaba esperando a mi mujer en unos grandes almacenes sin mucho que hacer. La espera se alargaba, así que decidí pasarme por la sección de librería. El cuento de la criada me aguardaba allí. Y allí mismo comencé a leerlo. Me enganchó en seguida. Lo leí en unos pocos días a pesar de que aún no habían llegado mis vacaciones y algunos días trabajaba en la oficina.

Llevaba muchos años sin leer política ficción o ficción social; no sé muy bien cómo se clasifica este tipo de libros. Mis contactos con el Gran Hermano, del 1984, de Orwell, o la Rebelión en la granja, del mismo autor o Un mundo feliz, de Huxley se remontan a hace casi cuarenta años. Sin embargo dos o tres semanas antes de El cuento de la criada había leído Rendición, el reciente Premio Alfaguara, de Ray Loriga. ¿Casualidad? Puede ser.

Margaret Atwood crea un universo hermético en el que las mujeres, o la mayoría de ellas, viven encerradas con una única misión: engendrar hijos para las familias de la clase dominante. El puritanismo y el totalitarismo se respiran en cada página de la novela, narrada en primera persona. Atwood utiliza el artificio del manuscrito encontrado muchos años después, lo que le permite dejar un final abierto. Como El Quijote, o como tantas otras grandes obras.

No sé hacia dónde evoluciona nuestra sociedad aunque sí se advierten aspectos preocupantes: en los países avanzados cada vez nacen menos niños (y los únicos que ayudan a que las tasas de natalidad no se desplomen son los emigrantes). Un fenómeno al que creo que no se da suficiente importancia pero que ya novelaba la escritora canadiense hace casi cuarenta años, cuando la preocupación podía ser la contraria: la superpoblación. Las consecuencias pueden ser muy importantes, no sólo por lo que afecta a los planes de pensiones.

Lo mismo ocurre con el control de la información, muy presente en las dos novelas que he leído a principios de verano y que en el caso de El cuento de la criada lleva incluso a la imposición de un tipo de tocas que impide la visión lateral.

Hoy he entendido por qué en poco tiempo he visto tantas referencias a El cuento de la criada: la cadena HBO, una de las referentes en la producción de series americanas acaba de ser la triunfadora en los Premios EMI con una serie basada en esta novela. No me atraen nada las series americanas pero en este caso pienso que habrá que buscarla y verla.

En cualquier caso, si pueden y si aún no lo han hecho, lean la novela. Merece la pena.

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