Hace ya unos cuantos años, allá por 2003, había leído una novela de Jonathan Coe, El club de los canallas: recuerdo que me gustó, pero tampoco dejó eso que se llama un recuerdo imborrable.
Al principio de este verano recibí un mensaje en Facebook:
Me está encantando Eduardo Madinaveitia … Me permito recomendártelo.
Lo enviaba Raúl Devia y se refería a otro libro de Jonathan Coe. Raúl es un colega; es matemático como yo y se dedica a la investigación de medios como yo. No sé si hemos hablado muchas veces en persona; recuerdo el AEDEMO de Sevilla del año pasado en el que hicimos un grupo divertido y lo pasamos muy bien, y pocas ocasiones más pero me da la impresión (y creo que a él también) de que tenemos el mismo tipo de gustos literarios. Que te pase esto con una persona admirable como Raúl, que además tiene 26 años menos que tú (sí; como Facebook es muy indiscreto también he visto este verano que acaba de cumplir ¡40 años!) es toda una alegría.
El caso es que cuando leí ese mensaje yo ya estaba en la playa; en el pueblo sólo hay una librería, una fabulosa librería que haría las delicias de Dani Solana, el autor de Desorden. Así que pensé: cuando vayamos a ver a Melita lo compro en la FNAC de la Nueva Condomina. Pero el día que fuimos, la librera (debería decir la dependienta; no era nadie sin su ordenador) puso cara de póker y me confesó que no tenía ese libro. Me lo podía pedir…pero yo no volvería por allí hasta ¡Dios sabe cuándo!
Así que, unos días después me fui a Tahiche, la librería del pueblo, a ver si lo encontraba. Tampoco estaba pero el librero me dijo que lo pedía al distribuidor y en un par de días lo tenía. Y así fue.
Ha sido una de mis últimas lecturas del verano, ya en los comienzos de septiembre.
Y sí. Está claro que los gustos de Raúl no son muy diferentes de los míos: La espantosa (The terrible en inglés) intimidad de Maxwell Sim me ha gustado mucho. Es una buena foto de esta época de desconcierto en la que no es raro quedarse en paro porque hemos desviado la produción a China o Bangla Desh, en la que las identidades sexuales no están tan claras como parecían estarlo hace unas décadas, los matrimonios no siempre duran como los de antes y uno puede acabar no teniendo a nadie mejor con quien hablar que la voz del GPS del coche.
A Maxwell Sim, Max para los amigos (un nombre que me resulta muy familiar) le abandonó su mujer hace unos meses; a consecuencia, o a continuación, de eso ha tenido una depresión y se ha quedado sin trabajo. Tras un viaje a Australia para ver a su padre, con quien nunca ha congeniado, emprende una expedición comercial por Gran Bretaña para situar los cepillos de dientes ecológicos de su nuevo empleo en el punto más septentrional de las Islas Británicas.
Ahí, en su viaje al Norte, es cuando va perdiendo el norte, se enamora de la voz del GPS, se compara con su héroe juvenil, un navegante solitario que finge dar una vuelta al mundo, algo que, en estos tiempos en que todos estamos controlados, ya no sería posible.
En su viaje realiza varias visitas y encuentra un escrito con las razones de su padre; en Internet ve relatos en los que descubre las razones de su mujer.
Una novela cargada de humor y escepticismo, la novela de un perdedor muy actual, que vale la pena leer. Una novela a la que ni siquiera le falta el inesperado giro final que parece cambiarlo todo.
¡Gracias, Raúl!
Me la apunto!
Muchas gracias Eduardo por las palabras que me dedicas. Un Honor con H mayúscula aparecer por estos lares… y, ser el protagonista de algún adjetivo calificativo que se cuela en mi descripción … eso ya es la bomba. :-). También recuerdo las risas que nos echamos en el AEDEMO de Sevilla de hace unos años.
Efectivamente, tenemos gustos similares porque, sospecho, tenemos curiosidades similares.
Comparto tu crítica de la novela: para mí fue la radiografía de alguien que no sabe qué le pasa y al que, a pesar de lo mucho que le pasa, nunca le acaba de pasar nada. Vamos, lo que nos pasa a todos continuamente.
Con respecto a la diferencia de edad, te recuerdo la conocida frase: “Uno tiene la edad de la persona con la que duerme” … o lo que es lo mismo, explicando la metáfora, uno tiene la edad de la curiosidad y el hambre que demuestra en la vida. Y en eso estamos parejos, sospecho.
Un abrazo Eduardo.
R.
Muchas gracias, Raúl. Me alegra que te haya gustado.
¡Vaya susto que me has dado con lo de la edad de la persona con la que duerme! Menos mal que ya me dices que era una metáfora..
Un abrazo
Mejor hablas con Siri, la del GPS siempre dice lo mismo…