Mis lecturas: El infinito en un junco

Hace unos días Irene Vallejo recibió el Premio Nacional de Ensayo por El infinito en un junco. No es muy habitual que cuando se concede este premio yo acabe de leer el libro, así que me hizo mucha ilusión conocerlo y, además, estar de acuerdo en que es un gran libro, uno de los más importantes del año.

Supongo que ya había leído acerca de este libro, porque cuando fui a comprar mi provisión de lectura para lo que ha acabado siendo el verano más largo de mi vida, ya iba por la 13ª edición. No creo que muchos ensayos  hayan conseguido una repercusión tan fuerte en sólo unos meses.

Fui degustando el libro poco a poco; recomiendo hacerlo así. Yo lo alternaba con la ficción que estuviera leyendo en cada momento. No es un libro denso; se lee como la ficción más entretenida, sin mayores problemas. De hecho es un libro entreteindo, incluso divertido en muchos momentos. Está estructurado en capítulos cortos, más de cuarenta para sus cuatrocientas páginas. Pero leído, así, a pequeños sorbos, como el mejor licor, se disfruta más.

Portada de El infinito en un junco. (FOTO: E.Madinaveitia)

El infinito en un junco es una historia personal de los libros, pero es mucho más que eso. Irene Vallejo es especialista en Filología Clásica y se nota: las dos partes del libro se titulan Grecia imagina el futuro y Los caminos de Roma. Pero además tiene una amplísima cultura literaria y cinematográfica que también se nota: a lo largo del libro hay numerosas referencias a libros actuales, y de cualquier época, así como a películas y obras de arte de cualquier tipo.

Desde un comienzo centrado en la narrativa oral, que dio lugar a Homero, o lo que conocemos como tal, pasa a mostrarnos cómo la escritura en materiales que permanecen en el tiempo ayuda a que la forma de las obras se mantenga tal como la concibieron sus autores.

Vamos viendo cómo evolucionan los materiales con los que se construyen los libros, o sus antecesores, la importancia que en diversos momentos de la historia han tenido las bibliotecas, empezando por la de Alejandría, que aspiraba a tener un original de todo lo que se hubiese escrito en el mundo hasta entonces. En ese entorno recrea los viajes de los compradores de libros que abastecen a la biblioteca, desde cualquier lugar en que encuentren textos escritos. Esa idea nos trae a La biblioteca de Babel, de Borges, pero también a los diversos incendios (hasta tres destrucciones de la biblioteca de Alejandría) y persecuciones que ha sufrido los libros: en todas las dictaduras, pero especialmente durante el nazismo.

Vallejo recorre también el papel que la mujer, las mujeres, ha tenido a lo largo de la historia en la transmisión de la narrativa, desde la autora del primer texto firmado de la historia (de hace más de cuatro mil años) a los relatos mientras se teje o se realizan otras tareas supuestamente femeninas y su papel en la transmisión del saber en Roma.

No falta una visión de la censura, también presente a lo largo de toda la historia, o al papel de los copistas medievales que, desde sus conventos, ayudaron a que una gran parte del conocimiento antiguo haya llegado hasta nuestros días. Aquí el recuerdo de Umberto Eco, de El nombre de la rosa y de Jorge de Burgos, el monje ciego inspirado en Borges, son obligados.

Un libro sumamente interesante, muy entretenido y muy inspirador. Me ha gustado mucho compartir mi tiempo con él.

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