No existen los años normales (I)

En 2020 tuvimos la pandemia, que lo cambió todo (y lo sigue cambiando; veremos lo que pasa con la reciente explosión de casos en China). En 2021 tuvimos problemas más localizados, como la tormenta Filomena al principio o el volcán de la isla de La Palma en el último tercio, mientras volvían nuevas oleadas, con nuevas cepas del virus. En 2022 Rusia atacó a Ucrania y vivimos una guerra inesperadamente larga en pleno territorio europeo; una guerra de resultado incierto, que aún no ha terminado. Y se disparó la inflación; no sólo por la guerra (ya era del 6,5% en diciembre de 2021), pero también por la guerra.

Cualquiera de esos eventos trastoca cualquier previsión. El mercado publicitario, como tantos otros, lleva unos años viviendo en una montaña rusa de diseño desconocido.

Esos son sólo los hechos más llamativos, que casi parecen ocultar que en Irán un hiyab mal llevado ha provocado una revuelta que nadie sabe cómo acabará, pero que de momento está produciendo ejecuciones públicas de jóvenes por el mero hecho de sumarse a las protestas. O las consecuencias de la nueva consolidación de los talibanes en el poder en Afganistán, que no se reducen al cambio de atuendo de las mujeres, también les limitan la educación. Así las cosas, el mundo ha visto como casi normal la celebración en Qatar de un Campeonato Mundial de Fútbol con muchas limitaciones a la libertad.

No viene mal recordar alguna vez que el islam intolerante y la China opaca forman parte de este mundo complejo en el que podemos ver como Rusia bombardea Ucrania con drones iraníes o que el cierre de ciudades y empresas en China puede provocar una crisis en la industria automovilística occidental por falta de chips.

Aunque el Mundial se emitió en su mayor parte en una cadena pública que no emite publicidad y aunque España no avanzó mucho en las eliminatorias, el acontecimiento no fue malo para la inversión publicitaria en otros medios.

Una vez consumado el Brexit, que nos preocupó durante los últimos años, todo parece indicar que la ruptura con Europa ha tenido consecuencias peores para el Reino Unido y sus habitantes, incluidos los inmigrantes allí instalados, que para lo que queda de Europa. De momento, el desfile de primeros ministros que se mantienen muy poco tiempo en el poder parece ser un síntoma de problemas mayores.

Sede del PP en la calle Génova de Madrid. Aunque los jueces no le localizan ahí, el fantasma de Pablo Casado vaga por las proximidades. (FOTO: E.Madinaveitia)

En España, el Gobierno, que muchos tildan de ilegítimo, ha aprobado sus terceros presupuestos, algo que no ocurría desde hace mucho tiempo. Mientras tanto nadie parece acordarse de Pablo Casado, la persona que debía haber conducido al país durante la pandemia y los sucesivos problemas. De vez en cuando se le ve paseando solo por las proximidades de Génova, seguido a cierta distancia por sus guardaespaldas. Desapareció de su partido y de las conversaciones de sus partidarios. Ahora las esperanzas están puestas en Feijóo, el hombre que vino de Galicia avalado por muchos años de buena gestión.

Este 2023 que comienza es año electoral: municipales y autonómicas en el primer semestre, legislativas en el segundo. Todo puede cambiar, pero quien resulte ganador se encontrará con una deuda pública inmensa, entre otros problemas de índole, seguramente, menor.

Las elecciones legislativas no suelen servir de empuje a las inversiones publicitarias; en cambio las locales y autonómicas sí pueden impulsarla en algunos medios.

(*) Como todos los años, desde hace ya doce, escribí para la revista IPMark mi visión sobre el año que comenzaba. Los últimos años nos han demostrado lo difícil que es acertar con las previsiones, así que cada vez me centro más en revisar la situación con la que se termina el año y dejo para las previsiones en sí un espacio pequeño. Este es el primero de los cuatro capítulos en los que he dividido el artículo para su publicación en El Vigía.

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