Hace unos años, cuando se acercaba el momento de mi jubilación sentí curiosidad por saber cómo se lo habían planteado otras personas, desde quienes se prejubilaban todavía jóvenes en algunas grandes empresas hasta otros que, como el recientemente fallecido Miguel de Haro, se planteaban no dejar de trabajar nunca.
Fruto de aquella inquietud fue el libro #JubilARTE, El Arte de Jubilarte, que se puede descargar (o comprar en papel) en Amazon. En él se recogen cuarenta testimonios muy diferentes, que muestran las diversas actitudes con las que se puede afrontar ese momento vital de cambio profundo.
Pretendíamos que JubilARTE fuera algo más que un libro; lo intentamos durante unos meses, hicimos varias reuniones, pero por diversas razones, algún problema de salud entre otras cosas, de momento se ha quedado en eso.
Gracias a JubilARTE, y a Mar Andreu, una de las personas que escribieron, conocí a Eleonora Barone, creadora de mYmO, una comunidad intergeneracional que busca la colaboración entre los jóvenes y los mayores. Allá por el mes de abril de este año colaboré con ellos en una campaña “No caduco”, que busca poner en valor la experiencia.
En los primeros meses de este año hemos visto diversas manifestaciones de pensionistas. Varios años con subidas ridículas de las pensiones (y alguna carta presumiendo de esas subidas, que casi parecía una provocación) fueron el detonante…y las personas mayores llenaron las calles.
Llevo mucho tiempo diciendo que las personas mayores son las grandes olvidadas por las marcas. En los últimos años estamos llegando a la jubilación las personas que formamos parte de lo que en Estados Unidos llamaron baby boomers, producto de la explosión de natalidad que se produjo con la vuelta de los combatientes de la Segunda Guerra Mundial (alguna vez he intentado explicar que aquí el boom de nuestra postguerra se produjo antes, pero eso da igual). Ahora muchos de los nuevos jubilados tienen un poder adquisitivo relativamente alto, sobre todo si lo comparamos con los jóvenes de la precariedad y la crisis. Ya no son aquellos viejecitos sin ninguna posibilidad salvo la de mantener algo de salud a la espera de una muerte digna.
Ahora se están publicando una serie de estudios que inciden en esta línea. Si la edad media del comprador de coches supera los cincuenta años, si en muchos casos son los abuelos quienes suponen el soporte económico de la familia, si el poder adquisitivo de los seniors es mayor que el de esos millennials de los que tanto se ha hablado ¿por qué las marcas siguen olvidándose de las personas mayores? Quizá las cosas empiecen a cambiar ahora.
Puede que los viejennials (¡mira que me gusta poco el nombre!) empiecen a ocupar en la publicidad el sitio que ya tienen en el consumo. El artículo que hace unos meses les dedicaba el Bloggin de Zenith está lleno de argumentos a favor de este cambio de tendencia.
Los mayores, además, somos unos grandes consumidores de medios (con un ligero gap en Internet, que tiende a rellenarse con rapidez).
Otra cuestión, también interesante, es que esas personas mayores cada vez viven más años, lo van a ser durante muchos años. Eso puede ser un problema para el sistema de pensiones, que seguramente habrá que replantearse, pero también añade otro interés: serán consumidores durante más años de los que se pensaba antes.