Preferiría no hacerlo

Creo que es una de las frases más conocidas y repetidas de la literatura, pero después de muchos años oyéndola (y repitiéndola, seguramente) aún no había leído Bartleby, el escribiente.

Se trata de un cuento largo, o una novela corta, de Herman Melville el autor de Moby Dick, una de esas novelas que te marcan desde la adolescencia y que volví a leer con mi hija cuando era pequeña.

Este año la encontré en la Feria del Libro, en una edición muy cuidada de Nórdica Libros, con ilustraciones de Javier Zabala. Y se convirtió en otra de mis lecturas de (un ratillo) de este verano.

Me sorprendió.

Siempre había pensado que Bartleby era un procastinador, que prefería dejar las cosas para mañana. (Por cierto, hoy he encontrado en Twitter un magnífico artículo sobre cómo luchar contra la procastinación). Pero no; su postura es mucho más radical: prefiere no hacerlas y no las hace nunca.

Se trata de un cuento muy moderno para estar escrito en pleno siglo XIX. El narrador es el empleador de Bartleby, un abogado que le contrata como escribiente para hacer copias de documentos. Tan interesante como la actitud del protagonista es la evolución de las reacciones del narrador que, sin entender muy bien la actitud de su empleado, va cambiando de actitud hasta casi depender de él y cambiar su modo de vida y la ubicación de sus oficinas.

Un cuento curioso. Merece la pena el tiempo, escaso, que se lleva su lectura.

4 comentarios en «Preferiría no hacerlo»

  1. En algún momento de nuestra vida, o para ser más exacto, de manera diaria y en forma cotidiana. Todos, absolutamente todos, sin excepción. Hemos prolongado en el tiempo injustificadamente. Nuestros quehaceres u obligaciones. Por el simple hecho de resultarnos tediosas, cansadas y aburridas y con muy poco estimulo y entretenimiento. A pesar de ser importantes y avece fundamentales para nuestra economía, o actividad laboral y social. (En eso se vasa más o menos nuestra palabrita.)

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