Cuando escribía en casi Enteros, una buena parte de las entradas que publicaba en verano correspondían a mis lecturas. En otras épocas del año era más raro.
Yo leo siempre, no importa el momento del año aunque, sí, en verano, con más tiempo libre, leo algo más.
He leído con unos pocos meses de diferencia Un libro de mártires americanos, de Joyce Carol Oates y El salvaje, de Guillermo Arriaga. En los dos casos era mi estreno con el autor.
Joyce Carol Oates es una de esas autoras que suenan cada año como posible Premio Nobel; lo suficiente como para tener curiosidad y ganas de leer algo suyo. De hecho creía haber leído hace tiempo uno de sus libros; pero me equivocaba.
De Gullermo Arriaga había oído hablar más como guionista de cine que como novelista. Leí una buena crítica de este libro y decidí leerlo.
¿Qué tienen en común estos dos libros, aparte de que los he leído con poco tiempo de diferencia?
En principio parecen muy diferentes. Oates es una escritora consagrada, muy veterana (tiene más de ochenta años) y estadounidense, con todo lo que esto tiene de posibilidades de triunfo en un mundo en el que su país domina con fuerza en el último siglo, también en el aspecto literario. Arriaga es mucho más joven, pero no es un joven escritor: supera ya los cincuenta; aunque siempre ha escrito no se gana la vida con la novela. Ha conseguido una relativa fama como guionista de las películas de su compatriota Alejandro González Iñárritu, alguna de ellas premiada con un Oscar. Sí, es mexicano, de un país periférico. Aunque sea el país de Juan Rulfo, Octavio Paz, Fernando del Paso o Carlos Fuentes.
Y sí, claro que son dos libros diferentes; muy diferentes.
Pero también tienen muchos puntos en común.
Los dos son libros largos, de más de setecientas páginas. En los dos encontramos dos historias paralelas; la de la familia del médico abortista y la de la hija de su asesino en la novela de Joyce Carol; la de los jóvenes mexicanos frente a la de los lobos del norte de Canadá y los esquimales que los crían, en la de Guillermo.
En los dos se vive una extrema violencia y en los dos parte de esa violencia la producen extremistas cristianos dispuestos a tomarse la justicia por su mano y tirar esa primera piedra (y todas las demás) que Cristo pidió que sólo tiraran los libres de pecado.
Guillermo Arriaga llama enfermos de Dios a los jóvenes que luchan en nombre de Dios, y lo hacen hasta el asesinato, para mantener la pureza de las costumbres.
El hombre inculto que decide matar al médico abortista (y que sólo se arrepiente de haber matado a la vez a otra persona que iba con él) de la novela de Oates es víctima de la manipulación de un predicador cristiano que nunca reconocerá su responsabilidad pero apoyará hasta el final al hombre que apretó el gatillo. Defender la vida mediante el asesinato, una contradicción que los fanáticos no perciben.
También los jóvenes mexicanos, enfermos de Dios, siguen a sus propios líderes espirituales que son destinados lejos del DF cuando las cosas se complican.
Son dos novelas muy interesantes; muy diferentes entre sí, aunque yo las haya juntado aquí por ese elemento común que he encontrado, que llama bastante la atención en estos tiempos en los que los fundamentalismos se asocian mucho más a otras religiones. Es verdad que la novela mejicana transcurre a finales de los sesenta, un momento en el que, seguramente, eran más habituales esos extremismos, peroel momento en el que suceden los hechos de la estadounidense es muy reciente, ya entrado el siglo XXI.
Los dos se leen muy bien a pesar del altísimo número de páginas.
Si te decides a leer alguno de ellos puedes comentar aquí qué te ha parecido.