Hace unos días, escuchando una canción que no tenía nada que ver (ni el ritmo, ni las voces, ni la época, ni…) me vino a la cabeza Mc Arthur Park, una canción que cantaba Richard Harris, allá por la segunda mitad de los sesenta. Hace una eternidad.
Supongo que es una canción que me gustó en su época, pero no lo suficiente para comprármela (sí; entonces se compraban discos).
Lo curioso es que la canción no vino sola, sino muy bien acompañada: por el locutor que me la presentaba, Ángel Álvarez, por el programa en el que la escuchaba (no sé si Vuelo 605 o Música de Caravana; escuchaba los dos programas y el recuerdo vino con dudas) e incluso por el patrocinador del programa: el departamento de discos de El Corte Inglés.
Lo que no estaba tan claro en mi recuerdo es la emisora en la que se emitía el programa. Lo he mirado en Internet, ese ayudamemorias moderno, y resulta que Ángel Álvarez pasó por varias emisoras y cadenas diferentes. Es posible que eso haya influido en la baja calidad de esta parte del recuerdo.

Más de cincuenta años después pervive en mi memoria un recuerdo, con varias derivadas asociadas, en un tema de escasa trascendencia.
Y es que ese hecho no tendría trascendencia prácticamente para nadie; o para nadie que no se la quisiera dar, pero sí puede tenerla para alguien que se ha dedicado toda la vida a la investigación de medios y de los efectos de la comunicación.
Mis primeros recuerdos relacionados con medios me traen a un niño de cuatro años de rodillas sobre un enorme periódico mucho más grande que él (El Correo Español-El Pueblo Vasco) desplegado en el suelo, leyendo, seguramente, las secciones de deportes o de sucesos. Pero ni siquiera sé si son mis propios recuerdos o lo que recuerdo son las veces que mi madre me contaba lo que le costaba luego frotar mis rodillas y mis codos, negros de tinta de periódico. Aprendí a leer muy pronto y leía todo lo que caía en mis manos. Y lo que estaba más a mano era El Correo, que compraba y leía mi padre.
No tengo muchos recuerdos ligados al Cine, el gran medio audiovisual de mi infancia. En casa había poco dinero y seguramente no daba para que los hijos de una familia numerosa lo gastáramos en cine. Sí recuerdo algunas sesiones de programa doble en el Ideal Cinema, de la calle Florida, con mi tía Ana y mi prima Conchita que era, es, algo mayor que yo.
Si son más vivos, de nuevo, los recuerdos de la Radio: Matilde, Perico y Periquín, en Radio Vitoria, que entonces estaba asociada a la SER. Otra vez con su patrocinador. La canción del negrito del Africa Tropical siempre instaló a Cola Cao en las cabezas de nuestra generación. También recuerdo alguna publicidad de comercios locales, casi siempre en pareados no excesivamente poéticos.
Mi madre hacía punto muy bien; para las vecinas y las amigas era una maestra cuando se trataba de hacer un jersey o cualquier otra prenda con las agujas de tricotar. Muchas veces se reunían unas cuantas en el salón de casa; siempre las recuerdo con el sonido de la radio de fondo.
En mi casa tardó mucho en entrar la Televisión. Mi padre no era muy partidario (era un apocalíptico en el sentido de Umberto Eco) y se opuso siempre. Sólo con la enfermedad de mi hermana Blanca, que tuvo que estar casi un año sin moverse de casa, permitió que la tía Cristi le regalara un televisor. Para entonces yo era ya un adolescente que estaba a punto de salir de casa para mis estudios universitarios en Madrid. Mis recuerdos de televisión se centran en casa de Eloísa, la vecina del piso de arriba, una señora algo mayor que mis padres. Allí vi muchas etapas del Tour de Francia, partidos de fútbol o de baloncesto y algún Festival de Eurovisión. Lo curioso es que Eloísa tenía tres hijas algo mayores que yo, pero creo que nunca llegué a ver la televisión con ninguna de ellas.
Las Revistas de mi infancia son alguna revista del corazón (¿Hola, Lecturas,…?) que, otra vez la tía Ana, le daba a mi madre cuando ya las había leído. También recuerdo alguna Mecánica popular, que consultaba mi padre, o Caretas, una revista latinoamericana, que una amiga que vivía en Puerto Rico traía a mis padres en sus esporádicas visitas. Y, muy pronto también, el Selecciones (ahí recuerdo la publicidad de Diner’s Club, la primera tarjeta de la que tuve conocimiento, cuando no sabía ni lo que eran las tarjetas).
No recuerdo Publicidad Exterior en el núcleo urbano de Vitoria, es muy probable que entonces no la hubiera. Mis primeros recuerdos de publicidad exterior, siempre en carretera, se remontan a las salidas con mi padre, ya en el coche que compró a finales de los años cincuenta, cuando empezó a trabajar fuera de Vitoria. Me vienen a la memoria los anuncios de Nitrato de Chile, Philips (Mejores no hay) y, por supuesto, el toro de Osborne.
Sé que mi memoria no es representativa de nada, estoy seguro de que una investigación rigurosa llegaría a sus propias conclusiones, que se podrían generalizar, pero en mi caso tengo la impresión de que los recuerdos más persistentes se fijaron mediante el sonido.
…los míos también
Muchas gracias, José Ramon.
Será por la época, pero en algunas cosas nos parecemos mucho.
Una de las cuestiones que me tienen absorto hace tiempo es la «conformación de la memoria» y como los cambios en los medios para fijarla están sufriendo cambios radicales.
Por ejemplo, la variación de número de imágenes disponibles (los carretes de 12 fotos del total de unas vacaciones frente a los omnipresentes móviles con decenas de fotos de un único momento), la cantidad de medios con hemerotecas, ¿la escasez de imágenes las fija más y la infoxicación la disipa?,…
Tenemos para entretenernos
Muchas gracias, Justerini.
Creo que tienes razón: el exceso de información de que disponemos ahora hace que sea mucho más difícil que una información concreta (imagen, texto, sonido,…) penetre en nosotros y, aún mucho más, que deje una huella permanente.