Muchos amigos que habían sido jurados de los Premios EFI me lo decían: pocas veces he aprendido tanto; en unas semanas tienes que analizar cientos de casos, con enfoques diferentes. Y todos son casos que, al menos en alguna medida, han triunfado.
Recuerdo que precisamente Anuncios tuvo algo que ver en mi nombramiento como jurado: en una entrevista que me hizo Maite Sáez comenté que esa era una de las cosas que me gustaría hacer antes de terminar mi carrera profesional (entonces pensaba que ese final estaba más cercano de lo que está siendo en la realidad). Aún tuve que esperar un par de años antes de recibir la llamada.
Y sí. Fue una experiencia sumamente interesante. Tanto que merecía la pena dedicarle horas y horas de las vacaciones de verano. Ver cómo empresas competidoras enfocaban problemas similares a los que nosotros habíamos afrontado para nuestros clientes; analizar casos de sectores para los que nunca había trabajado (pocos, a esas alturas de mi vida en una agencia de medios) y todo ello contado con una gran generosidad, fruto del orgullo por haber hecho las cosas bien.
Aprendí muchísimo, a pesar de que creo que no tuve mucha suerte con el año en que me tocó participar: en 2010 la crisis económica llevaba ya algo más de dos años golpeando a las empresas de nuestro país y eso se notaba en el recorte de presupuestos y, en algunos casos, de ideas.
(*) Hoy, 24 de octubre, se entregan los Premios EFI. Escribí este artículo para el número de la revista Anuncios que se entregará en la ceremonia.