Es la psicología, estúpido

Durante la campaña electoral de las elecciones presidenciales americanas de 1992 Bill Clinton utilizó la frase Es la economía, estúpido para poner de manifiesto la importancia que las variables económicas más sencillas, las que afectan a la vida diaria de los ciudadanos, podían tener en aquellas elecciones.

Clinton disputaba la presidencia a George Bush, Presidente en ejercicio, que podía atribuirse grandes éxitos en política internacional: el fin de la Guerra Fría, con la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, o el triunfo arrollador en la primera Guerra del Golfo Pérsico, entre otros.

Parece que, efectivamente, la economía tenía su importancia. Como sabemos, Clinton ganó aquellas elecciones y también las siguientes.

Recordaba esto ayer al escuchar las declaraciones de Juan Roig, el Presidente de Mercadona y uno de los hombres más ricos y lúcidos de España.

El panorama económico se nubla por motivos ajenos.

Constataba el señor Roig, igual que hacía yo este fin de semana cuando analizaba los resultados de Zenthinela, que las variables económicas (o la mayor parte de ellas) siguen siendo iguales que las del año pasado. Y sin embargo…sin embargo la situación es bastante peor. Las expectativas se han desplomado en los últimos meses.

Y si los datos objetivos siguen siendo buenos ¿qué ha cambiado? Lo explicaba también el presidente de Mercadona: estamos acojonados (cito literalmente; yo no suelo utilizar esta palabra, otras que quieren decir lo mismo me gustan más) por el lío político, autonómico y territorial.

Yo añadiría algunas cosas más: la mala gestión del Brexit, la crisis política italiana, las dificultades que está añadiendo Trump al comercio internacional,…pero sí; por supuesto que el señor Roig tiene razón: el lío político no ayuda. Que un partido en el Gobierno fuera condenado por corrupción no ayudaba; que triunfase una moción de censura con apoyos muy heterogéneos no ayuda; que el Gobierno tenga un apoyo parlamentario escaso e incierto no ayuda; que tras el nombramiento de un Gobierno que concitó cierta esperanza hayamos visto en pocos meses la dimisión de tres de los ministros y alguno más se haya visto envuelto en escándalos, no ayuda. Que parezca que las decisiones políticas puedan depender de la basura que un personaje siniestro saque de las cloacas en cada momento, no ayuda.

La economía, lo sabemos, tiene un componente psicológico: si hay tranquilidad en el entorno, va mejor; si predomina la incertidumbre, las cosas se tuercen.

En el estudio Zenthinela de octubre, que publiqué ayer, los índices de percepción se desploman; el IPSE (de percepción de la situación económica) cae un tercio del recorrido total de la escala que utilizo; el IPMP (de percepción del mercado publicitario) cae casi un cuarto de esa escala.  Los dos son ahora negativos. Y todo sin que haya motivos económicos objetivos que justifiquen esas caídas.

Yo les pediría a los políticos que, si no son capaces de solucionar los problemas de la población que, al menos, no creen problemas artificiales añadidos. Hablar sólo de los problemas crea un mal ambiente que, antes o después, se acaba reflejando en las expectativas y, finalmente, en la economía.

Se contaba una anécdota del gran Alfredo Di Stéfano referida a un portero que no le debía de caer muy simpático: No le pido que pare las que van dentro de la portería pero al menos que no meta las que iban fuera.

Pues eso.

 

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