Si sólo se mira la cantidad de títulos que leí, puede parecer que fueron muy pocos, especialmente sabiendo que parte del mes lo ocuparon las vacaciones de Semana Santa, aunque en realidad en los últimos años todos mis días son de vacaciones. Pero leer Los miserables, una obra maestra de más de 1500 páginas justificaría, incluso, no haber leído nada más.
Siempre me ha gustado mucho Eduardo Mendoza, desde aquel La verdad sobre el caso Savolta que leí hace casi cincuenta años, cuando los dos éramos jóvenes. Creo que he leído casi todos sus libros, tanto los puramente .humorísticos como los más serios (aunque también en estos podemos encontrar mucho de ese humor que destila el autor en cada párrafo). Tres enigmas para la organización, mi lectura de ese mes, es uno de los que pueden incluirse en el primer grupo: una novela puramente humorística, un esperpento divertido, que se deja leer, pero que está muy lejos de las mejores obras del autor. Todos nos vamos haciendo mayores y, en el recorrido, se va perdiendo gracia y frescura.
Es entretenida, esperpéntica, se deja leer, pero es prescindible. No es, ni de lejos, de lo mejor de Mendoza. Mejor releer alguna de sus obras anteriores.
A los pocos días terminé un libro de no ficción que había ido leyendo durante las semanas anteriores: Putinistán, de Xavier Colás, un libro periodístico muy ligado a la actualidad.
No conocía al autor (corresponsal en Rusia de varios medios) cuando me regalaron el libro. Resulta que fue compañero de curso de Usúe, mi hija, el la Facultad de Ciencias de la Información.
Al día siguiente de recibir el regalo, el autor del libro fue, él mismo, noticia: fue expulsado de Rusia.
Colás analiza en el libro la evolución de Putin desde sus tiempos en la KGB y su obsesión por ampliar los territorios de Rusia para reproducir los que en su día fue la URSS. Ucrania es un caso especial porque le toca personalmente.
Con el COVID y la decadencia por la edad, se va aislando y, ya casi sin consejeros, decide dejar su huella en el mundo para los próximos años. La invasión de Ucrania, que iba a ser cosa de tres días y él llamó operación especial, le está complicando el final de su vida y ha desestabilizado el mundo que conocíamos.
Todo un ejemplo de cómo los sueños de senectud de un autócrata pueden desestabilizar el mundo. Un libro muy interesante, que se lee bien.
Una vez leído me planteo cómo pudo llegar a escribir ese libro (y las crónicas, que supongo irían en la misma línea) y seguir en Rusia. Conociendo cómo se las gasta este personaje pienso que Xavier ha tenido suerte de no convertirse en un Navalni.
Terminé el mes con las primeras novecientas páginas de Los miserables, la monumental obra de Víctor Hugo. Era una de esas asignaturas pendientes, que siempre había querido leer. Luego, cuando leí Terra Alta, de Javier Cercas, aumentaron mis ganas, pero se habían quedado en eso, en ganas, hasta que encontré esta edición en Alianza, que tenía muy buena pinta.
Las aventuras de Jean Valjean, Cosette, su casi hija adoptiva, y el malvado, por excesivamente cumplidor de las leyes, policía Javert, se enmarcan en una visión fascinante del siglo XIX francés. Sus leyes, sus revueltas, la urbanización de París e incluso el laberinto de sus, entonces novedosos, alcantarillados constituyen el marco de una historia romántica, social y política muy interesante.
Lo terminé en mayo, así que, muy probablemente, volveré a hablar de este libro.