Un homenaje inesperado y muy emotivo

El pasado 25 de enero, sobre las ocho y media de la tarde, me dirigí con mi familia hacia el restaurante Jai Alai, en la calle Balbina Valverde, muy cerca de la Castellana y de la colonia de El Viso. Íbamos a probar el menú de la comida de la Primera Comunión de mi nieto Unax. Al llegar nos indicaron que nuestra mesa estaba en la segunda planta, una terraza preciosa en la que ya habíamos comido alguna vez. Jai Alai es uno de mis restaurantes vascos favoritos en Madrid.

Llegada a Jai Alai con mi familia (FOTO: Santiago)

Al llegar a la segunda planta, un grupo numeroso de personas (luego supe que eran unas ochenta) prorrumpieron en un aplauso ensordecedor. No había tal menú de prueba. Mi familia había actuado de cebo, como en un programa de Inocente, inocente…y el inocente que no había sospechado nada era yo.

Pero volvamos tres años atrás. Al terminar febrero de 2020 salí de Zenith, camino de mi jubilación. Tenía muchos planes, pero dos semanas después se produjo el primer confinamiento por el Covid. Así que pasé unos meses en casa. Y muchos planes se quedaron en eso: en planes.

Unos meses después me enteré de que un grupo de amigos de la profesión había organizado una fiesta de despedida para mí, que debería haberse celebrado el 17 de marzo, cuando ya todos estábamos encerrados en nuestras casas.

Cuando me enteré me hizo ilusión. Pero también me dio rabia pensar que, por el maldito bicho, me había quedado sin despedirme de muchos buenos amigos.

Casi un año después pregunté quién lo había organizado; mi hija Usúe lo averiguó y pidió a quienes pensaban ir una palabra que me definiera. Con ellas hizo una camiseta que me regaló, creo, por mi cumpleaños.

Lo que menos podía pensar es que tres años después aquella fiesta hubiese resucitado y que tanta gente se acordara de mí y se reuniera para demostrármelo.

Muy inocente, sí. Pero una inocencia plenamente justificada.

Y después de la inocencia el orgullo. Sé que, tras el aislamiento que nos trajo la pandemia, cualquier motivo es bueno para juntarse y que si el motivo es alegre, aún mucho mejor. Mejor celebrar alegrías que tristezas. Haber colaborado, sin querer, a juntar a tantos amigos de la profesión me llena de orgullo.

Casi todos los que estuvieron en la fiesta (FOTO: Santiago)

Me siento muy orgulloso de que más de ochenta personas se reunieran una fría noche de martes de enero para dedicarme ese aplauso y compartir unas horas conmigo; de que casi 110 personas se sumaran a la fiesta, aunque algunas finalmente no pudieran asistir; de que noventa personas escribieran mensajes cariñosos en el libro que me regalaron…y muy orgulloso también de que tres personas que han sido tan importantes en mi trabajo a lo largo de casi treinta años se coordinaran perfectamente para formar el mejor equipo organizador posible. Mi trabajo no habría sido posible sin el apoyo de los equipos que formé y que durante esos años coordinaron Jaime Agulló (1993-2000), Marga Ollero (2000-2007) y Mapi Merchante (2007-2016). Mapi luego siguió sola, cuando yo fui apartado, hasta que decidió dejar Zenith (o creo que ya éramos Publicis…). Tres grandes personas, que luego han triunfado en todo lo que se han propuesto y que, en el caso de mi homenaje, hicieron un trabajo fantástico.

Estos fueron “los culpables” (FOTO: Santiago)

Hubo personas que vinieron de fuera de Madrid: de Extremadura, de Barcelona, de San Sebastián…

Vinieron personas que trabajaron conmigo en mi primera etapa en RTVE; muchas personas que pasaron por Central Media o Zenith (incluso algunas que siguen allí); otras que trabajan, o trabajaron en anunciante, que fueron clientes y ahora son amigos; personas que trabajan en Institutos de investigación que hicieron estudios que encargaba mi equipo, e incluso algunos con los que nunca llegué a trabajar; personas que trabajaban en medios de comunicación, de los que mi empresa era cliente; otras que trabajaron, o trabajan, en otras agencias de medios, con las que competíamos duramente y, por supuesto, varias personas de los medios publicitarios, con los que a veces he colaborado, de las asociaciones profesionales,… y seguro que me dejo algo.

También eché de menos a algunas personas que me habría gustado ver y que, por la manera en que se hizo la convocatoria, que obligaba a que yo no supiera nada, los organizadores no tenían por qué saber que también eran amigos míos y también me habría gustado verles.

Fuimos compañeros en Central Media/Zenith. Todavía siguen Bea, Maica y Paola. Y Matías en San Sebastián (FOTO: Santiago)

Y eché de menos, sobre todo, a los amigos que, seguro, habrían asistido hace tres años pero se han quedado por el camino: Julián Bravo y Carlos Lamas no pudieron estar, pero estaban en mi recuerdo y en el de muchos de los asistentes.

Toda la noche fue una sucesión de emociones, pero hubo dos momentos en que el grado de concentración de la emoción aumentó considerablemente: la llegada, con los aplausos y los abrazos personalizados a cada uno de los asistentes y, luego, en el momento de los discursos. Con Jaime Agulló actuando como maestro de ceremonias, hablaron José Ramón Rubio, compañero de mis primeros años en la tele y amigo desde entonces, más de cuarenta años; Gorka Zumeta, amigo mucho más reciente al que me une el amor por la Radio, Mapi, mi hija profesional, que llenó la noche de cariño y emoción con sus recuerdos de los casi dieciocho años que trabajamos juntos y, por último, mi hija Usúe, que puso la nota familiar más entrañable aún. Al final tuve que hablar yo; creo que estar pensando lo que iba a decir en ese discurso inesperado, me ayudó a controlar las lágrimas. Revisé el vídeo al día siguiente para saber lo que había dicho; no fueron muchas tonterías, aunque el discurso quedó muy desestructurado. En esos dos momentos se me saltaron las lágrimas varias veces, pero aguanté sin llorar hasta el día siguiente, cuando leí las frases en el libro de dedicatorias y cuando volví a escuchar las palabras que me habían dedicado.

Con algunos de los periodistas que acudieron (FOTO: Santiago)

En resumen: emoción, cariño, amor a la profesión y al trabajo bien hecho, amistad por encima de donde haya estado cada uno y muchos recuerdos generados a lo largo de tantos años, que esa noche reviví, rodeado de tanta gente a la que quiero.

Y, en estos tiempos de redes sociales, eso sólo fue el principio, porque las muestras de cariño siguieron llegando a lo largo de varios días, por Facebook, por Twitter, por LinkedIn,…

8 comentarios en «Un homenaje inesperado y muy emotivo»

  1. Un placer haber podido estar presente y disfrutar de ti y de todos, y un orgullo haber tenido la oportunidad de que contaran conmigo para este homenaje.
    Eduardo, gracias por tus enseñanzas, tus conversaciones y por ser grande, como eres

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    • Muchas gracias, Maca. Me encantó verte por allí. Y siempre es un lujo poder presumir de ser amigo de una persona tan lista y tan admirada por todos los que te conocemos.

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